En este antiguo prado donde se exhibían antaño los sutiles perfumes de la henificación, un jardín romántico envuelve hoy una casa de campo típica del Valle de la Carrera. Caminos jalonados de perennes con tonos pastel, le conducen a una plazoleta, formada en adoquines recuperados y cuidadosamente escenificados, donde se codean rosales con nombres tomados de poesía o evocadores, como Pierre de Ronsard, Le Nôtre, Hamilton...
Un poco de nostalgia, una dosis de ingenio, curvas creativas. Este recinto, de media hectárea, fue concebido sobre una idea simple: "Hacer creer que todo lo que se erige allí siempre ha existido". La balada se articula alrededor de sabios topiares, bajo los frutos del huerto, entre ramos de hortensias, a la sombra de un misterioso sotobosque o en medio de las plantas aromáticas que embalsaman el huerto.