Ghislaine Portalis desarrolla un universo artístico en el que asocia una relación con el tacto y ecos con la historia del arte. El artista se apoya en los lugares, el Pabellón de Vendôme será el escenario, para desarrollar su creación y reinterpretar obras y objetos que datan del siglo XVIII. Su práctica artística se inscribe en una búsqueda del femenino. Dibujos, piezas de vidrio o porcelana son como esculturas u objetos transformados, entre lo doméstico y lo salvaje, entre el adorno y la imposibilidad de ser utilizado. Interpreta grabados de pelucas que ilustran planchas de Diderot y de Alembert y crea obras que invitan a imaginar formas nuevas. Sus papeles grandes también se pinchan con una aguja:obras que aparecen a la luz. Ghislaine Portalis nos lleva entonces a pensar en la evolución del estatuto de la mujer, de la ama de casa a su emancipación. Muy a menudo utiliza el negro y el rosa, dos colores en contraste que ponen de relieve la posibilidad de uno entre dos, femenino/ masculino. Sus obras, tocan un movimiento entre apertura y cierre, oculto y desvelado y son en cierto modo alegorías de la belleza en toda su intimidad.