Su interior consta de una nave de 3 tramos, prolongada por un ábside semicircular que eleva una bóveda de media cúpula. El santuario, notablemente decorado, reúne un verdadero repertorio de plantas y animales. Es único en Provenza porque es muy homogéneneo, ordenado hasta el detalle: simetrías y caras a caras, armonización entre la decoración animal y vegetal, y no rompe el equilibrio que caracteriza al arte románico. Este bestiario esculpido hace de la iglesia de San Cristóbal uno de los principales testimonios del arte románico en la Alta Provenza. Una doble consagración protege la iglesia del pueblo: Nuestra Señora, madre universal, y San Cristóbal, especialista de los viajeros. Debe también su desarrollo a los benedictinos de la abadía de San Andrés de Villeneuve-lez-Avignon.