Descubrir la galería y el jardín de Max Sauze
El Jardín d'Éguilles, un matrimonio entre lo natural y lo artificial Es un jardín de atmósfera, de 950 m2. Jardín de silencio en el corazón del pueblo. Salvaje. Pero también domesticado. La convivencia de las obras, un centenar, y las plantas es la principal preocupación del artista. La vegetación se encarga de compartimentar espacios donde las obras se esconden. Árboles reparados, azules, vestidos de follaje imaginario. Entramos en lo maravilloso. Las plantas imitan las obras, que por amistad les conceden cierta semejanza. No están allí por casualidad y eligen su lugar cuando llega el momento. Podría ser el reino de los caracoles que, desaparecidos sin dejar rastro, dejaron allí sus conchas. Y las conchas bien ordenadas, pegadas en filas apretadas sobre tallos de hierro, globos, malla de alambre dan lugar a toda una colección de construcciones poéticas que juegan de ligereza con el mundo vegetal. Por otra parte libros han dado sus páginas al arte. Desde hace años envejecen trabajados por la lluvia, el sol y el viento. Vuelven a la madera con facilidad. Aquí las cosas son evidentes. Obvias porque están ahuecadas, vacías de lo superfluo, elementales, fabricadas al más justo. La naturaleza alrededor hace lo mismo, aparece allí y no allí, tiene sus razones y las obras se ajustan. Las visitas no están guiadas, pero el posible encuentro con el artista es un complemento que nos hace comprender mejor lo que, en el arte, seguirá siendo un misterio.