Edificada en un lugar juiciosamente elegido y rodeada por el río, «l'Egrenne», la Abadía de Lonlay tuvo una innegable irradiación espiritual y material en la región y hasta Inglaterra.
La abadía conoció las desgracias del tiempo y de la historia: incendios, saqueos, alejamientos de los abades comendadores... Sólo había tres monjes en la Revolución.
Hoy en día subsiste la abadía, que sigue siendo un testigo milenario de la evolución arquitectónica y que combina:

• una transferencia románica con capiteles originales del siglo XI,
• un vasto coro gótico de tres pisos,
• un deambulatorio con capillas radiantes.
• un mobiliario variado y abundante (retablos y sillerías, etc...)